viernes, 2 de enero de 2015

¡Vaya suerte que tiene el niño Jesús!…

En estos momentos, y desde la madrugada del 25 de Diciembre, María amamanta al niño en la intimidad del establo, mientras José la apoya y realiza las labores necesarias para que ella se sienta a gusto.

No recibirán ninguna visita hasta el 6 de Enero. Fecha en la que esperan la llegada de tres maestros bondadosos que vienen desde muy lejos a hablarles sobre la importancia del apoyo emocional de papá durante todo el puerperio, el amor incondicional y una crianza respetuosa y sin castigos. Además traerán consigo muchísimas provisiones para que los orgullosos padres puedan seguir dando amor, calor y protección sin la intromisión de los “opinólogos” de turno de Belén.

Por cierto, se sabe que uno de los señores esperados es un destacado Pediatra (pro-lactancia y pro-respeto a los niños), que dará sugerencias y tips para que la dedicada madre logre una lactancia prolongada y feliz.

José ha decidido no avisar a ningún familiar por ahora, por lo que a María se le garantiza un buen período de paz, libre de consejos no pedidos y bombardeo de sugerencias infundadas que solo la atormentarían y le harían imposible el sentirse tranquila.

Los animales del establo, únicos testigos presenciales del hermoso acontecimiento, contemplan deleitados cómo la feliz madre abraza y no despega ni por un momento al bebé de su pecho y su calor. Reconocen al trío como de la misma familia, la de los mamíferos.

Llegaron los tres maestros; algunos los llamaban Reyes; otros, Magos. Tuvieron una larga conversación con los recién estrenados padres. Dejaron los regalos, las instrucciones y decidieron marcharse pronto, para no perturbar la intimidad de la triada.

José y María tomaron, a raíz de la conversación, algunas firmes decisiones, muchas de las cuales ya pasaban por su cabeza, quizás inspiradas por el instinto o la intuición.

Entre ellas, destacaban las siguientes:

*Criarían a su bebé con amor y respeto incondicional.

*Se apoyarían mutuamente, como pareja y como únicos responsables directos de la crianza y educación de su prole.

*María amamantaría a su bebé el mayor tiempo (Hasta los dos años o preferiblemente más), por lo que José debería seguir realizando la mayor cantidad de tareas posible (Además de atender su trabajo), a fin de que la meta se cumpla con un nivel de estrés bajo, o preferiblemente nulo.

*Mantendrían a los opinólogos de turno y pediatras anti-lactancia lejos. Así se 
sentirían muchísimo más tranquilos y relajados.

*Jamás dejarían llorar a su bebé. Atenderían sus necesidades siempre. No lo dejarían nunca solo en una cama, corral, coche o cualquier otro artilugio diseñado para fomentar el desapego.

*Jamás castigarían a su hijo. Encontrarían mejores maneras de resolver los conflictos y de educarlo.

*Jamás aceptarían ningún tipo de maltrato como método de disciplina. Estarían plenamente conscientes de que dichos métodos, lejos de enseñar, dejan secuelas difíciles de borrar.

*Se amarían en las buenas en las malas, tendrían muchísima paciencia (tanto entre ellos, como con su hijo) y sabrían perdonarse (y perdonarlo) cuantas veces fuese necesario.

*Serían una pareja común y corriente, sin pretensiones de perfección, sin egocentrismo, sin juicios ni intolerancia hacia quienes piensen distinto a ellos. Eso sí, exigirían el mismo respeto hacia su forma de criar y educar.

*José respetaría el puerperio de María. No exigiría atención o complacencia más allá de la que ella debe dedicarle al niño. Respetaría la necesidad que ella tiene de intimidad con su bebé, por lo que se mantendría un buen tiempo en abstención sexual, recordando que su pareja necesita recuperarse del parto, y que sus hormonas deben abocarse al apego y la lactancia de su cría. Entendería que no es desamor para con él, y jamás adoptaría una conducta infantilizada y demandante, motivada por las carencias emocionales de su propia infancia. Se comportaría con la madurez y la sensibilidad de un hombre feliz y pleno.

Cuando los Reyes magos se retiraron, un pastor los miró pasar con expresión de satisfacción, como quienes, a todas luces, han cumplido con su deber. Y escuchó a uno de ellos (posiblemente el pediatra) decir a sus compañeros, mientras sonreía: - ¡Vaya suerte que tiene el niño Jesús!


Por Elvis Canino

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